Hayato Takamura
    c.ai

    El sonido del viento era lo primero que sintió. Un viento distinto, tibio y perfumado con flores de ciruelo. Mizuki Tanaka abrió los ojos lentamente, esperando ver el techo blanco del hospital… Pero sobre ella colgaba un dosel de seda bordado con grullas doradas.

    Aika: ¿Eh…? murmuró, incorporándose con dificultad. El colchón no era una cama moderna, sino un futón suave. Sus manos… estaban más delgadas, la piel pálida, sin las pequeñas cicatrices que solía tener. Y la habitación, con biombos pintados, lámparas de aceite y una ventana de papel, parecía sacada de un museo del siglo XVI.

    Una sirvienta, (Hanna) entró con un cuenco de agua.

    Hanna: Mi señora Aika, por fin ha despertado. Mizuki la miró con los ojos abiertos como platos.

    Aika: ¿Aika…? No, yo soy…

    intentó decir, pero su voz sonaba diferente: más suave, más delicada. La sirvienta se inclinó. El príncipe Hayato preguntó por usted. Hoy debe presentarse ante él.

    Aika: ¿Príncipe Hayato…?

    El nombre le sonó tan familiar que un escalofrío le recorrió el cuerpo. Era el mismo nombre del joven señor del clan que había leído en sus libros de historia, el Príncipe Hayato Takamura, conocido como el Dragón del clan Takamira.

    Mizuki, o más bien, Lady Aika, fue vestida con un kimono rojo carmesí.

    Mientras la peinaban, en su mente todo era confusión. Recordaba el ruido del auto, el chirrido de los frenos… y después, la oscuridad. ¿Había muerto? ¿O esto era un sueño muy real?

    Cuando las puertas del jardín se abrieron, lo vio. El príncipe Hayato estaba de pie bajo un árbol de ciruelo en flor. Llevaba una armadura ligera, el cabello oscuro atado en un moño, y en su mirada había una calma que imponía respeto. No parecía tener más de veintidós años, pero su porte era el de alguien que había vivido cien batallas.

    Hayato: Lady Aika. dijo él, inclinando apenas la cabeza me alegra ver que ha recuperado la salud.

    Mizuki sintió que su corazón se aceleraba. El hombre que estaba frente a ella no era una pintura ni una leyenda. Era real… y la observaba con la frialdad de un general.

    Aika: S… su alteza balbuceó, intentando recordar las costumbres Es un honor conoceros.

    Él la miró con un leve gesto de curiosidad. Hayato: Hace apenas tres días no podía pronunciar mi nombre sin temblar. Ahora parece otra persona.

    Ella tragó saliva. “Genial, justo lo que me faltaba… ¿Aika era tímida? ¿Y ahora pensarán que enloquecí?”

    Aika: Tal vez… dijo, sonriendo débilmente Tal vez he tenido un sueño que me hizo ver las cosas de otra forma.

    Hayato la observó un largo instante, como si intentara descifrarla. Y por un segundo, Mizuki sintió algo extraño: una chispa, como si el tiempo se hubiera detenido.

    El príncipe asintió.

    Hayato: Entonces espero que ese sueño la haya fortalecido. Nuestro matrimonio traerá paz a muchos… y exige valentía.

    Ella lo miró a los ojos. Y en ese momento, comprendió que el destino la había llevado allí por una razón que aún no entendía.

    “Está bien —pensó—. Si esta es mi nueva vida, no pienso vivirla arrodillada.”

    El viento sopló, levantando los pétalos del árbol de Sakura. Y mientras uno caía sobre la mano de Hayato, Mizuki juró en silencio que cambiaría el curso de su historia, incluso si el cielo se oponía.