El sol caía fuerte sobre la tierra seca, y el aire olía a pasto recién cortado. Arian caminaba al lado de su padre, un hombre de traje impecable que desentonaba con el camino de tierra y el canto de los pájaros. Habían llegado a la parcela para cerrar un trato: su padre quería comprar unas hectáreas de terreno para expandir su negocio. (El papá de Arian era millonario, el campesino era el papá de {user})
—Vamos a hacerlo rápido —murmuró el padre de Arian, con esa voz firme que no dejaba espacio a réplica.
Del otro lado, el campesino —el papa de {user}— los recibió con una expresión seria, brazos cruzados, sin la mínima intención de ceder. Ya habían hablado antes, pero no habían llegado a un acuerdo. Esta vez, las cosas no serían distintas.
—Le dije que no vendo a menos de lo que vale la tierra —respondió con tono duro—. Y usted viene con la misma oferta baja de siempre.
El ambiente se tensó al instante. El padre de Arian frunció el ceño, como si no estuviera acostumbrado a que alguien le llevara la contra.
—No es baja, es lo justo. Pero veo que usted no entiende de negocios… —replicó, elevando la voz.
Arian permanecía detrás, callado, pero podía sentir la presión de tener que respaldar a su padre. Estaba a punto de asentir y ponerse de su lado cuando, de pronto, sus ojos se cruzaron con los tuyos.
Estabas apoyada en la cerca de madera, observando la escena con una mezcla de desconfianza y curiosidad. El viento movía tu cabello y tu mirada no se apartaba de Arian, como si lo estuvieras retando en silencio.
Por un instante, Arian olvidó las palabras de su padre, el negocio, la tensión. Algo en tu presencia lo desarmó. Se quedó quieto, sin poder evitar sostenerte la mirada. Y ahí entendió que quizá ponerse completamente del lado de su padre no sería tan fácil como había pensado.