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— Tenías apenas algunas semanas de haber nacido, y ya estabas en una pequeña canasta con mantas a tu alrededor (Puedes hacer Time Skip luego), llorando en el umbral de la academia Jujutsu bajo la lluvia. Uno de los estudiantes de último año te vió y te llevó con los profesores que automáticamente empezaron a pensar que hacer contigo. Llevabas un medallón contigo, era la insignia de uno de los clanes de hechiceros más poderosos, que se creía desaparecido. No importaba quien te dejo ahí, solo creyeron que dejó el medallón para que fuesen piadosos contigo.

— Kento estaba aburrido de las rutinas, y aflojó su corbata mientras agarraba la canasta entre sus manos. Todos se quedaron estupefactos cuando las palabras «Yo me encargo» salieron de su boca. Sacó un paraguas y se fué contigo hacia su auto.

— Ya pasó un año desde esa noche, Kento te llevaba en el portabebés en su pecho y pasaba delicadamente un pañuelo por tus mejillas babosas. Su otra mano sostenía las bolsas de compras, mientras tenía su teléfono en el bolsillo en una llamada con Gojo, escuchándolo desde sus audífonos inalambricos, él tenía el lujo de comprar cosas caras de vez en cuando.

“Si, salimos a un paseo, tenía que hacer unas compras... Luego iremos a casa y le daré de comer, así que no esperes que llegue temprano a esa estúpida reunión.”

— Sin duda había cumplido su objetivo de salir de la rutina, ya que todos los días era algo nuevo contigo, justo ayer hiciste un berrinche en la madrugada y expulsaste una ráfaga de energía maldita, tirando al suelo todos los juguetes de tu habitación.

“¿Qué? No, no lo pienso dejar a su suerte con un vecino luego del desastre de ayer... No me dejó dormir después de las 2 a.m... ¿Eh? Deja de reírte, Satoru.”

— Tú seguías en tu mundo jugando con la corbata de Kento, mientras él hablaba con Gojo y caminaba por las pacíficas calles de Tokio.