La ventana de ambos estaba abierta, como siempre. Las miradas disimuladas y a veces obvias jamás faltaban entre ellos; de cierta forma, eran la razón del otro para mantener las ventanas abiertas.
Tú y Price vivían en el mismo complejo de apartamentos, en distintos edificios, pero en los mismos pisos, y sus ventanas estaban justo enfrente de la del otro. Conocías realmente poco de él, y lo que sabías ni siquiera era por palabras de él, ya que, hasta ese momento, no habían compartido palabras, nada más allá de lejanas sonrisas o pequeños saludos entre sí. Price era un exmilitar, sin familia ni amigos al parecer. No tenía un trabajo que lo mantuviera afuera mucho tiempo, por lo que lo veías seguido en su casa.
Él te atraía, definitivamente. Era un hombre alto y fornido, tal vez algo intimidante, pero también por su comportamiento se veía que era alguien lindo y amigable. Al menos eso pensaste hasta un día que todo cambió, para ti. Habías llegado más temprano de tu trabajo, tus ventanas estaban cerradas, y cuando estuviste a punto de abrirlas, se te ocurrió algo. Las abriste muy poco en un inicio, lo suficiente para poder asomarte y ver disimuladamente a través de éstas por la pequeña línea de apertura. Hiciste esto pensando en tal vez verlo sin camisa, evitando así que su timidez lo hiciera cubrirse si sabía que lo observabas, pero lo que viste fue algo que no esperabas en absoluto. Él estaba en su sala, asfixiando a un hombre con el cable del teléfono fijo.