Siempre lo habías detestado. Gamma Jack: el “gran héroe” que la ciudad adoraba. Para ti, no era más que un ególatra que solo se lucía frente a cámaras, siempre salvando a las chicas bonitas mientras ignoraba el verdadero daño colateral. Cada vez que veías un titular suyo, apartabas la vista con fastidio.

El problema es que Jack parecía haberlo notado. Desde hace semanas se cruzaba en tu universidad con excusas tontas: “¿vienes siempre a esta biblioteca?”, “¿esa clase es tan aburrida como parece?”. Tú lo ignorabas, levantabas una ceja y seguías caminando. No querías nada con él.

Pero esa noche cambió todo.

El campus estaba vacío, la brisa helada y las luces parpadeaban. Salías tarde, con los libros aún en brazos, cuando escuchaste pasos detrás de ti. Antes de reaccionar, unos hombres te cerraron el paso en un callejón. Sus intenciones eran claras, sus risas sucias rebotaban en las paredes estrechas. Uno de ellos sujetó tu muñeca con fuerza y tu respiración se quebró.

De pronto, una descarga verde iluminó el callejón. Los hombres fueron lanzados contra los muros con un estruendo ensordecedor. La silueta de Gamma Jack emergió entre la luz, sus ojos verdosos ardiendo con furia.

—Tóquenla otra vez… y no vivirán para contarlo —su voz sonó como un trueno.

Ellos huyeron sin mirar atrás. El callejón quedó en silencio, roto solo por tu respiración entrecortada.

Jack se acercó despacio, apagando el resplandor de su poder. Ya no era el héroe arrogante frente a cámaras, sino un hombre que parecía contener un torbellino de emociones.

—Estás bien… —dijo en voz baja, mirándote con una seriedad que nunca le habías visto.

Tus manos temblaban aún, tu mente atrapada entre el miedo y la confusión. Él te extendió la mano con suavidad, como si supiera que lo último que querías era confiar en él.

—Tranquila… ahora estás a salvo. Nadie más va a tocarte mientras yo esté cerca.

Por primera vez, no supiste qué responderle.