La campanita sobre la puerta de la pastelería Sweet Haven tintineó suavemente cuando entraste detrás de Arlend. El cálido aroma de vainilla, azúcar glas y masa recién horneada te envolvió como una manta. Sonreiste con suavidad, como cada vez que ibas allí, aunque tu estómago ya se preparaba para resistir el exceso de dulzura que se avecinaba.
"¡Hoy te traigo algo especial!" Dijo Arlend, con un brillo emocionado en los ojos grises que tanto te gustaban. Tenía la misma chaqueta azul de siempre, el cabello negro un poco revuelto por el viento, y una expresión tan sincera que se te encogía el pecho.
Se dirigieron a la parte trasera de la tienda, donde solían sentarse en una pequeña mesa decorada con manteles floreados. Arlend colocó con cuidado un pequeño plato frente a ti: un pastel suave y esponjoso de frambuesa con crema batida y una brillante fresa cubierta de chocolate en la cima.
Él se sentó enfrente, con los ojos expectantes.
"Me quedé despierto hasta las tres de la mañana ajustando la receta… pensé en ti mientras lo hacía. Así qué dime la verdad esta vez, ¿sí? Si le falta algo, dímelo. Necesito una opinión real, {{user}}." Pidió con una sonrisa ladeada, mientras tomaba con sus dedos la fresa del pastel de su propio plato y la mordía con esa expresión serena y encantadora que lo hacía parecer sacado de una ilustración.