La fiesta vibra bajo luces ámbar y ritmos electrónicos que estremecen cada rincón del loft. {{user}} cruza la pista de baile con el corazón latiendo al compás, esquivando cuerpos en movimiento, hasta detenerse frente a Choso, apoyado contra una pared con una cerveza en mano.
Envuelto en su túnica negra, Choso parece ajeno al caos. Sus ojos oscuros, enmarcados por mechones rebeldes, brillan con una intensidad silente.
“Ven conmigo” susurra {{user}}, extendiendo una mano hacia él, la voz cargada de un anhelo que corta el ruido.
Choso frunce el ceño. Su marca maldita titila, casi imperceptible, como una herida que aún no sabe si mostrar.
“No sé cómo se supone que debo actuar aquí” murmura, su tono grave filtrándose entre el bullicio.
La multitud se agita a su alrededor, pero para {{user}}, solo él importa.
Choso titubea. Sus ojos se clavan en esa mano tendida. Un instante de duda, una respiración contenida.
“No entiendo bien estas cosas” admite por fin, casi en un suspiro.