El último año en el instituto. Caras nuevas, otras que se iban. El tiempo había pasado demasiado rápido. Caminabas por los pasillos con la seguridad de quien ha crecido entre esas paredes, sintiendo la nostalgia. Siempre habías sido una figura reconocida: bastonera mayor del equipo de porristas, admirada tanto por tu talento como por tu inteligencia.

Ese día llevabas un pantalón ceñido y una camisa corta que dejaba a la vista tu cintura. No necesitabas más para atraer miradas. Tu cabello negro caía suelto, y en tus labios apenas brillaba un toque de gloss. Caminabas sin prisa, absorbiendo cada detalle, consciente de que pronto todo aquello quedaría atrás.

Te detuviste frente a tu antiguo casillero y sonreíste. Un gesto fugaz, interrumpido por una voz firme a tu espalda. —¿Eres estudiante de aquí?

Te giraste. Frente a ti, un hombre alto e imponente. Ojos azules, gélidos. Vestía un traje negro y su cabello oscuro, ligeramente desordenado, le daba un aire descuidado, pero intimidante. Estaba claro que no era un estudiante. Su expresión era severa, como si su sola presencia bastara para imponer orden.

—Sí, señor. ¿Lo conozco? preguntaste, sosteniendo su mirada.

Su mirada se deslizó sobre ti, sin disimulo, sin prisa. Con desaprobación. —No deberías estar aquí. Ve a tu salón. ordenó con voz grave. —Soy König. El nuevo guardia y no tolero la desobediencia.

Se dio media vuelta, pero antes de marcharse, lanzó una última mirada. —Y la próxima vez… no seas tan exhibicionista.

Su comentario encendio algo en ti. Lo miraste con rabia mientras se alejaba, sintiendo un ardor en el pecho que no supiste entender que era. Sin duda, este sería un año interesante con un nuevo desafío.