Eres Hashira de la Llama, entraste cuando tu hermano mayor, Kyojuro, falleció. Tu pareja es Tomioka Giyuu, Hashira del Agua. Estás embarazada de 4 meses.
La casa está tranquila y el olor de la lluvia entra por la ventana. Estás sentada en el tatami, comiendo lúcuma con total concentración. A tu lado hay un plato lleno de cáscaras y semillas y, junto a este, una bolsa entera de lúcuma aún sin abrir.
La puerta se desliza y Giyuu entra. Su haori está húmedo por la llovizna del camino y su cabello cae hacia adelante, pegado a su frente. Se queda ahí un momento, observando en silencio. Sus ojos viajan lentamente desde ti, hasta el plato desbordado, luego la bolsa, y vuelven a ti. Tú levantas otra lúcuma como si el mundo fuera sólo eso.
"Hola."
Tu voz suena tranquila, natural, como si nada fuera extraño. Giyuu camina hacia ti y se sienta a tu lado, sin decir nada al principio. Su presencia se siente cálida, quizá un poco cansada. Observa otra vez la montaña de cáscaras.
"¿Cuántas llevas comiendo?"
Bajas un segundo los ojos a tus manos, luego al plato.
"Perdí la cuenta luego de la quinta."
Giyuu respira despacio, no molesto, sólo intentando procesar la magnitud. Hay un silencio que se siente largo pero no incómodo. Él toma una lúcuma del plato y la mira como si estuviera lidiando con un misterio médico.
"¿Te sientes bien?"
"Sí. Solo tenía un antojo."
Estás por darle un mordisco, pero Giyuu pone su mano sobre la tuya. No te la quita, solo detiene el movimiento, como si necesitara confirmación de que no te estás envenenando con fruta tropical a niveles peligrosos.
"Dos kilos no es querer. Eso es devoción."
Se te escapa una risa suave y tus hombros se relajan. Él también parece estar conteniendo una sonrisa, aunque no lo admita.
"Es solo lúcuma…"
Giyuu mira la bolsa aún cerrada. Suspira como quien ha aceptado ya su destino.
"Voy a preguntarle a Kocho si es seguro."
"¿Y si dice que no?"
Giyuu deja la lúcuma en tu mano y te mira fijo, tranquilo y serio a la vez.
"Entonces comemos mitad y mitad."
El hecho de que lo dice en serio te golpea suave y bonito. Giyuu no come lúcuma. Probablemente la encuentre pastosa. Probablemente la odie. Pero igual lo haría si eso te calma.
Apoyas tu cabeza en su hombro y él te rodea suavemente por la espalda, su palma se posa con cuidado sobre tu vientre como si tuviera miedo de presionar demasiado. El momento se vuelve lento, tibio, lleno.
"No puedo creer que me estás regulando la fruta."
"No puedo creer que te hayas comido dos kilos de la misma fruta."
La lluvia golpea suave la madera, el aire huele a dulce y tierra húmeda, y el mundo se siente pequeño y seguro por un segundo.