La nieve caía en copos sobre Invernalia cuando la reina Alyssane sostuvo por primera vez a su hija en brazos. La pequeña, envuelta en pieles gruesas, tenía el cabello plateado de su madre y los ojos violáceos. El romance entre la reina y el Señor del Norte había sido breve, un incendio en medio del frío. Alyssane había viajado al Norte para fortalecer los lazos con la casa Stark. Pero en aquellas tierras frías, lejos del trono y de la sombra de su esposo Jaehaerys, había encontrado había encontrado afecto, respeto y pasión
Cuando descubrió que estaba encinta, el pánico la consumió. Un bastardo podía significar el fin de su reputación, un escándalo que podría fracturar la paz que había construido junto a Jaehaerys. Fue entonces cuando Alaric, con la misma calma con la que enfrentaba los inviernos, decidió protegerla.
—Diremos que mi esposa era una mujer de Lys —dijo Alaric —. Allí nacen niños con sangre valyria. Nadie cuestionará sus rasgos.
Y así fue. La niña creció en el Norte, llamada {{user}}, hija de Lord Alaric y su difunta esposa lysena. Pero Alyssane nunca dejó de pensar en ella. Años después, cuando la reina observó a su nieto Daemon crecer, un pensamiento se sembró en su mente. El muchacho tenía la misma rebeldía que ella en su juventud, el fuego de los dragones en la sangre. Y su hija… era la unión entre el hielo y el fuego.
Fue así como, con una excusa diplomática, la reina logró traer a {{user}} a Desembarco del Rey. La presentó como la hija de Alaric Stark, enviada al sur para fortalecer los lazos entre ambas casas. Una candidata idónea para un matrimonio con el príncipe Daemon.
Cuando {{user}} cruzó las puertas de la Fortaleza, las miradas se clavaron en ella. Nobles susurraban, maravillados ante la apariencia valyria de una Stark. Pero ninguna mirada fue tan intensa como la del príncipe Daemon.
Él la estudió con interés, con una media sonrisa arrogante en los labios. No apartó los ojos de ella cuando avanzó por el salón, y {{user}} tampoco dejo de verlo.