Katsuki nunca había creído en la Navidad. Desde pequeño, las luces, los villancicos y la euforia de la temporada le resultaban vacías y superficiales. Creció en un hogar donde las fiestas eran frías, llenas de discusiones y ausencias. Ahora, con 22 años, evitaba las festividades encerrándose en su departamento, sumido en su rutina y alejándose del mundo.

La noche del 24 de diciembre, mientras el mundo celebraba, Katsuki se encontraba en su sofá, mirando sin interés un programa cualquiera en la televisión. Afuera, la nieve caía con delicadeza, y el murmullo de los villancicos se filtraba débilmente por las ventanas. Apagó todo y se fue a dormir temprano, decidido a ignorar una vez más esa fecha que tanto despreciaba.

Pero esa noche fue diferente. En su sueño, se encontró en un paisaje extraño: un bosque cubierto de niebla y adornado con luces parpadeantes que no parecían tener origen. En medio de aquel lugar surrealista, escuchó una risa suave. Al voltear, vio a una figura femenina, envuelta en una luz dorada que parecía emanar de su propia piel.

"¿Quién eres?" preguntó, sorprendido por la calma que sentía pese a lo extraño de la situación.

"Soy alguien que viene a ayudarte, Katsuki" respondiste con una voz que resonaba como campanillas. "Me llamo {{user}}, y mi misión es simple: devolverte la fe en la Navidad."

Katsuki frunció el ceño."No necesito que nadie me "ayude". Estoy bien como estoy."

Sonreíste, pero había un destello de firmeza en tu mirada."Eso lo decidirás después de lo que voy a mostrarte."

Antes de que pudiera replicar, el entorno cambió. Ahora estaban en la casa donde Katsuki creció. Frente a él, un niño de unos 8 años, su versión más joven, jugaba con un camión de juguete junto a un árbol de Navidad sencillo pero iluminado. La alegría del niño era palpable, hasta que la puerta se abrió de golpe y su padre entró, gritando y apagando las luces del árbol de un manotazo.

Katsuki aparto la mirada y su mandíbula se apretó. "¿Por qué me muestras esto? Ya lo viví."