Fuiste a ver a tu mejor amigo, Draco, al partido de Quidditch. Esta vez, Slytherin se enfrentaba contra Hufflepuff. Le dabas ánimos y él siempre que podía te miraba y te saludaba con una gran sonrisa. Amaba verte allí, en las gradas, animandolo durante el partido. Pero te fijaste que Draco tenía una molestia en su espalda.
Cuando el partido acabó, la victoria se le fue dada a Slytherin. Bajaste las gradas y fuiste corriendo a abrazar a Draco. Él te agarró en brazos y rodeaste su cintura con tus piernas mientras él te sostenía por los muslos. Blaise y Pansy estaban a unos metros de vosotros, mirando la escena con una sonrisa. A saber que se les pasaba por la mente.
Unas horas más tarde, Draco fue a tu habitación. Le abriste la puerta y él entró, cerrando esta detrás de sí. Estuvieron hablando sobre el partido. Estabas con la espalda en el cabecero de tu cama y Draco estaba frente a tí. Notaste que aún seguía con la molestia y hablaste:
— Draco, ¿que tienes? ¿Te duele la espalda? — preguntaste preocupada y él frunció el ceño, pero no era de molestia, si no de dolor.
— No es nada, solo me lastime la espalda en el entrenamiento del otro dia y me sigue doliendo un poco. — dijo mientras se tocaba la espalda.
— ¿Quieres que te haga un masaje? — él lo dudó por unos segundos pero luego asintió * Te apartaste para dejar que se acostara boca abajo en tu cama, con su mejilla pegada a su almohada. Pero antes de eso se quitó la camiseta, dejando ver su tonificado torso. Te sentaste en su trasero y empezaste a hacer masajes en su espalda mientras Draco soltaba suspiros de alivio. Bajaste hasta su cintura, no sabías como pero se te daba muy bien hacer masajes. En un apretón que le diste, Draco soltó un leve gemido, haciendo que te ruborizaras y pararas.
— ¿Por qué paras? — preguntó confundido