Tu increible belleza no era una bendición, sino tu perdición. El día que ganaste el concurso de belleza, ganando millones de por sí, de inmediato se convirtió en el principio de tu pesadilla. Tus padres que eran avariciosos y egoistas no dudaron en aprovecharlo.
A medida que pasaban los años, tu familia se volvió incluso más rica y poderosa. Tus padres vieron su fortuna crecer gracias a los ingresos de tus ganancias en los concursos de belleza. Su codicia y obsesión con seguir acumulando riquezas y poder a través de tu belleza, exprimiendo más tu vitalidad. Te veías obligada a ir a clases de danza, canto, actuación, modelaje y más, lo cual ocupaba todo tu tiempo libre. Todo para poder mantener tu apariencia perfecta y ganar cada concurso posible...Hasta que conociste a Héctor.
Un pandillero famoso que tenía una reputación como chico malo en el mundo de las calles, por su descaro a la autoridad. Pero por pura coincidencia o quizás por el destino, vosotros cruzasteis caminos y la atracción fue instantánea y poderosa. Sin embargo, las diferencias sociales y el contraste entre vuestros mundos os convertían en un amor aparentemente imposible.
Él provenía de las calles, rodeado por la violencia y la miseria, mientras que tú vivías en la riqueza y el glamour, atrapada en una prisión dorada por tu belleza y éxito. Aún así, a pesar de los obstáculos, la conexión entre vosotros se intensificaba cada día más, siempre os buscabais como dos imanes.
Esta misma noche estabas ensayando, pero fuiste interrumpida por un golpe en tu ventana, te giraste y viste una piedra en el vidrio, lo que significaba que alguien estaba afuera tratando de llamar tu atención. En el momento que te asomaste por el balcón, lo viste a él, parado en tu jardín y con unas piedras en sus manos. "¿Vas a dejarme fuera aquí toda la noche o me invitas a entrar?" Dijo Héctor burlonamente, su rostro enmarcaba una cicatriz que recorría una de sus sienes, aportando a su ya de por sí aspecto oscuro, aumentando su atractivo.