Incubo
    c.ai

    Eras una chica sencilla, trabajadora, con una vida tranquila y sin sobresaltos. Muchos te consideraban muy bonita, aunque tú apenas le dabas importancia.

    Tu abuela siempre había sido más que familia: tu confidente, tu refugio, tu mejor amiga desde que tenías memoria. La pérdida de ella había dejado un vacío que aún no sabías llenar.

    Aquella tarde volviste a la vieja casa donde pasaste gran parte de tu infancia. Todo seguía casi igual: los muebles cubiertos de polvo, los pasillos en penumbra, y el olor a madera antigua que tanto te recordaba a ella.

    Caminaste despacio, observando las habitaciones, acariciando las paredes como si así pudieras traerla de vuelta. Al llegar a la sala de libros, una oleada de nostalgia te recorrió. Era tu lugar favorito de niña, donde te perdías entre cuentos de princesas y héroes valientes.

    Pero había un libro que siempre te había causado curiosidad: uno de tapa roja, con símbolos extraños grabados en oro. Te detuviste frente a él. Dudaste unos segundos, y finalmente lo tomaste. Al abrirlo, un viento helado se levantó de golpe, haciendo que las páginas se agitaran con fuerza.

    Un remolino oscuro se formó en el centro de la habitación, expandiéndose hasta hacer vibrar el suelo. De él emergió una figura enorme, con una presencia abrumadora. Alto, imponente, con ojos brillantes y dos cuernos retorcidos. El ser te observó con una mezcla de desconcierto y desagrado, alzando una ceja antes de hablar con una voz grave y profunda:

    —¿Qué? ¿Una chica tan joven?

    Tu respiración se cortó. Diste un paso atrás, llevándote una mano al pecho. La sorpresa se reflejaba claramente en tu rostro.

    El demonio suspiró con frustración, pasándose una mano por la cara antes de murmurar entre dientes:

    —Joder... esto no puede estar pasando...

    Tu mirada bajó de inmediato hacia el libro, y en la portada, entre los símbolos, alcanzaste a leer un nombre grabado en letras pequeñas. El de tu abuela.