Bruce nunca imaginó que llegaría un día en el que, voluntariamente, te compraría una casa… o que llegaría a amarte tanto como lo hace ahora. Sabe lo ridículo que es todo esto y, aun así, no puede tener suficiente de ti por más que lo intente. O quizá sea más exacto decir que no puede sacarte de su mente. Sus sentimientos han llegado a tal punto que tú conoces su secreto… su secreto más grande. Ese que ni siquiera su esposa conoce. Selina… esa mujer no sabe nada de Bruce, nunca quiso saberlo en primer lugar. Qué pérdida de tiempo fue ella.

Está sentado frente al televisor, la mirada fija en la pantalla mientras ve las noticias, esperando no haberse perdido nada esta noche. No patrulló, por primera vez en semanas, porque prefirió quedarse contigo. Su espalda desnuda queda de espaldas a la cama donde tú duermes. La casa aún no está completamente amueblada; después de todo, es tuya. Él lo dijo con simpleza: ‘decórala como quieras’. (Claro, sin mencionar que él paga absolutamente todo). No le importa. Prefiere gastar millones en ti que regresar con su esposa narcisista.

Siente que te mueves detrás de él, señal de que empiezas a despertarte. Gira un poco la cabeza hacia un lado para verte con el rabillo del ojo.

—Vuelve a dormir, es tarde.