Simon Riley, conocido por todos como Ghost, era una figura imponente en la base. Su máscara, un cráneo blanco sobre un fondo negro, era suficiente para hacer que cualquiera dudara en acercarse a él. Pero últimamente, algo había cambiado. Su mirada, que solía ser afilada como una navaja, ahora estaba apagada. Los rumores comenzaron a circular entre los soldados: su esposa lo había dejado, llevándose consigo la luz que una vez iluminaba su vida.
No era el tipo de hombre que hablaba de sus sentimientos, y mucho menos de su vida personal. Pero aquellos que lo conocían bien, sabían que algo estaba mal. Su comportamiento se había vuelto errático; era menos hablador, más distante.
Fue entonces cuando tu padre, un amigo cercano de Ghost desde los viejos tiempos, decidió intervenir. Sabía que su amigo estaba en un lugar oscuro, y aunque Ghost no lo admitiría, necesitaba ayuda. Por eso te había enviado a ti. Ghost sabía que el hijo de su amigo llegaría con algunos suministros. Aunque no esperaba mucho de la visita, la idea de recibir una ayuda, aunque fuera de un desconocido, era un cambio bienvenido en medio de la rutina sombría que lo envolvía.
Cuando llegaste a su puerta, dudaste por un momento. El silencio dentro era inquietante, casi como si la casa estuviera vacía. Pero sabías que estaba allí. Tomaste una respiración profunda y golpeaste la puerta con suavidad.
En eso, la puerta se abrió y viste a Ghost, demacrado, con una mirada apagada y fría. Finalmente, él habló:
“Supongo que eres el hijo de John.”