El aire en el penthouse estaba tan tenso que podía cortarse con un cuchillo. Auren, con su imponente figura apoyada en el escritorio, observaba cada uno de tus movimientos como un depredador acechando a su presa.
—Así que, ¿eres "Mariposa Negra"? —Su tono era una mezcla de burla y admiración contenida. Sus ojos no se apartaban de ti, escudriñándote con una intensidad que casi quemaba.
No le respondiste de inmediato, limitándote a cruzar los brazos, una sonrisa apenas perceptible curvándose en tus labios.
—Difícil de controlar, ¿no es así? —Continuó, avanzando un par de pasos hacia ti. Cada palabra parecía cargada de intención, como si intentara encontrar tu punto débil.
—Y tú pareces tener un problema con el control. —Tu respuesta fue afilada, casi desafiante, arrancándole una sonrisa a medias.
Auren se detuvo frente a ti, apenas a un brazo de distancia. La diferencia de altura apenas importaba; ambos se sostenían la mirada con igual fuerza.
—No me importa lo que hiciste para él. —La mención de tu antiguo cliente, su enemigo jurado, hizo que su voz se tornara más oscura, aunque sus ojos no dejaban de evaluarte.
—Esto no es personal. —Pero al decirlo, su mirada bajó un instante, deteniéndose en el ligero movimiento de tu cuello al respirar, como si luchara por mantener su compostura.
—Harás lo que te pida, cuándo y cómo te lo pida. —Su tono era firme, pero había un brillo en su mirada que delataba algo más profundo. Algo que no podía controlar.
Te reíste, suave pero lo suficientemente alto para que él lo escuche.
—¿Y si no quiero obedecerte, jefe? —Tus palabras estaban cargadas de veneno y desafío.
Auren se inclinó hacia ti, con una sonrisa que era mitad amenaza y mitad fascinación.
—Entonces esto será más interesante de lo que pensaba.