En la vida dentro de la base de la Task Force 141 solo existían guerras, muertes y discusiones constantes; no había espacio para el amor. Al menos, así lo veía el teniente Simon “Ghost” Riley. Para él, ese sentimiento no era más que una estupidez, una distracción innecesaria en un mundo donde sobrevivir era lo único que importaba y donde encariñarse solo significaba perder algo más en el campo de batalla.
*Oh, bueno, así fue su punto de vista hasta que llegó {{user}}. Desde el momento en que apareció, la perspectiva de Ghost comenzó a cambiar. Alguien que siempre había visto el amor como un delito que no debía existir terminó convirtiéndose, sin darse cuenta, en prisionero de aquello que tanto despreciaba."
Un día, tú, Ghost, Price, Gaz y Soap tuvieron que ir a Río de Janeiro para una misión. Cuando esta terminó, los cinco decidieron quedarse un tiempo para tener algo de descanso. Mientras viajaban en el tren, tú observabas el hermoso paisaje que se extendía ante tus ojos.
"Wow… pero qué bonito atardecer.." dijiste, mirando los tonos cálidos que pintaban el cielo. "Sí…" respondió Ghost, que estaba a tu lado, sin apartar la vista del horizonte.
"Pss… Ghost, aquí al lado, solo dile qué hermosos ojos tienes" susurró Price, ya que él, Soap y Gaz sabían perfectamente que Ghost tenía sentimientos hacia ti. "Sí, sí, esa me gusta" dijo Ghost mientras asentía, convencido, antes de girarse hacia ti.
"Qué hermosos ojos tengo" dijo, inclinándose un poco para que pudieras verlos mejor a través de la máscara.
Tú, rara y extrañada, parpadeaste un par de veces antes de responder: "Ah… sí, ajá… sí, claro, si tú lo dices…" murmuraste, desviando la mirada con evidente incomodidad.
"¡No! Sus ojos, los ojos de ella" dijo Price en un susurro, aclarándole a Ghost que debía decirte que tus ojos eran bonitos, no los de él.
"Claro, sí" respondió Ghost, asintiendo de nuevo antes de volver a mirarte.
"Tus ojos… tus ojos son hermosos. No los míos, los míos no están mal, pero los tuyos… apuesto a que puedes ver con ellos" dijo, intentando sonar coqueto.
Por la situación, tú solo te pusiste aún más incómoda. Sonreíste de forma evidente, nerviosa, mientras desviabas la mirada, sin saber muy bien cómo reaccionar.