El castillo murmuraba a lo lejos, con voces apagadas y pasos lejanos que iban y venían por los pasillos.
Pero ahí, dentro del baño de los prefectos, solo existía el eco del agua corriendo suavemente y el zumbido bajo de la tensión en el aire.
Amelia entró primero, con la risa atrapada entre los dientes y los dedos entrelazados con los de Mattheo. Se giró para mirarlo con ese brillo en los ojos que mezclaba travesura con desafío.
"Nos van a matar si nos descubren" susurró.
"Entonces que valga la pena" respondió él, cerrando la puerta con un encantamiento rápido y avanzando hacia ella como si no hubiera vuelta atrás.
La besó antes de que pudiera soltar otro comentario. Rápido, intenso, como si la necesitara más que el aire.
Ella sonrió contra su boca, tirando de su camisa, respondiéndole con la misma hambre contenida que cargaban desde hace semanas.
Mattheo la acorraló contra los lavabos de mármol blanco, sus manos apoyadas a cada lado de su cintura. Las ventanas altas dejaban entrar una luz suave que se filtraba entre los vapores encantados, envolviéndolos en una atmósfera dorada y clandestina.
"Estás loca" murmuró él contra su cuello, bajando apenas el tono. "No deberías hacerme esto cuando debería estar en clase de Pociones."
"Entonces sal y vete con Snape" replicó ella con una sonrisa, desafiándolo.
Él soltó una risa baja.
"Ni en un millón de años."
En un movimiento que ella ya conocía de memoria, Mattheo la tomó de la cintura y la alzó, sentándola sobre uno de los lavabos.
Amelia dejó escapar un pequeño jadeo, más por sorpresa que por otra cosa, y se aferró a sus hombros mientras él volvía a besarla, más lento esta vez.
Las manos de Mattheo se deslizaron por sus muslos con suavidad, subiendo por debajo de la falda del uniforme con una seguridad temblorosa. Sus dedos encontraron la piel como si la conocieran de antes, como si la buscaran desde siempre.
El beso se hizo más profundo.
Ella cerró los ojos, respirando hondo, dejando que el frío del mármol y el calor de sus manos se mezclaran en un contraste que le erizaba la piel.
"Si nos descubren…" susurró Amelia sin muchas ganas de detenerlo.
"Me importa una mierda" contestó él, sin despegarse de ella.