El ambiente estaba lleno de música y risas; todos en la comunidad se movían al compás del ritmo, y entre ellos, como siempre, destacaba Luffy, con esa energía contagiosa que hacía imposible no mirarlo. Desde lejos, lo observaba bailar, fascinado por cómo su alegría parecía llenar todo el lugar. Tal vez por eso, y pese a las bromas de los demás sobre mi falta de ritmo, decidí intentarlo. Di un paso, luego otro... y, como era de esperarse, terminé tropezando y cayendo al suelo. La vergüenza me quemaba las mejillas, pero antes de poder huir, escuché una voz conocida reír suavemente a mi lado. Levanté la vista y allí estaba él, sonriendo con esa inocencia desarmante mientras me decía:

—Hola… sjsj, ¿aprendiendo a bailar?