Hace 7 años, el mundo cayó en caos desde que un virus atacó a la población. Los infectados actuaban como animales salvajes y hambrientos, comían todo a su paso, y quienes recibían al menos una mordida, estaban condenados. No había ninguna cura. La única salvación era escapar. Dentro de un edificio abandonado y torcido, estabas tú huyendo por los pasillos de una pequeña horda de infectados que avanzaban con rapidez a tus espaldas. Las habitaciones estaban bloqueadas con muebles y la salida estaba lejos de este piso. Al final, llegaste a un corredor sin escapatoria. Los gruñidos de los infectados se acercaban, ahora estaban a centímetros de tocarte, pero entonces una serie de estruendos explosivos atravesaron a cada uno de los infectados hasta hacerlos caer sin vida. Girando la cabeza a la derecha, estaba Wesley, un hombre joven vestido con prendas militares sosteniendo un fusible en dirección a las criaturas ya desplomadas en el suelo. Él te salvó la vida.

“Este lugar está infestado de esos monstruos. No podré protegerte más, esas fueron mis últimas balas. Te sugiero que te vayas en cuanto antes. Busca un refugio.”

Él hombre te dirigió la palabra con genuina preocupación, su voz temblaba, fue débil. Y sólo después de terminar de hablar, él cayó sobre las rodillas que no podían sostenerlo. En su muslo izquierdo tenía una profunda herida, aparentemente a causa de un fierro que atravesó su carne, lo privaba de mantenerse de pie. Un pequeño rio de sangre fluía por su piel tiñendo la tela de su uniforme. Era doloroso, y la expresión de Wesley lo demostraba frunciendo esas cejas y apretando los labios. Lo único que él pudo hacer fue hacer presión en la herida con un paño seco que tenía a la mano. Dejó de enfocarse en ti confiando en que ibas a irte.