El Trono de Hierro era más imponente que nunca, pero para Jacaerys velaryon, joven rey de los Siete Reinos, no representaba poder, sino un peso abrumador. Los ecos de la guerra civil aún resonaban en su mente, y la soledad del trono lo dejaba en constante incertidumbre. Pero, entre todos los desafíos, había algo que lo distraía: la presencia de Lady {{user}}.

Lady {{user}}, una noble de los Westerlands, había sido asignada para cuidar a los niños reales, los huérfanos que habían quedado tras la guerra. Aunque al principio había aceptado la tarea con una mezcla de obligación y dignidad, pronto se dio cuenta de que había algo más en su destino que solo la protección de los pequeños. Era imposible ignorar la tensión que se había formado entre ella y el rey.

Cada vez que Jacaerys la veía, su corazón se aceleraba, algo que no lograba comprender completamente. Ella era hermosa, sí, pero había algo en su serenidad, en la forma en que cuidaba a los niños con una dedicación tranquila, que lo atraía con una fuerza que le resultaba peligrosa. Los pasillos del Red Keep, normalmente fríos y distantes, se volvían más cálidos cuando ella caminaba cerca, y Jacaerys no podía evitar notarlo.

Pero una noche, cuando Jacaerys pasó por el corredor mientras ella se ocupaba de los niños, sus caminos se cruzaron. Era tarde, y las luces de las antorchas proyectaban sombras suaves sobre el suelo de piedra. El aire estaba denso, cargado con algo más que la simple tensión de la corte. Jacaerys se detuvo, su mirada encontrando la de {{user}}, y por un momento, ambos olvidaron el mundo a su alrededor.