Hace apenas unas semanas que te casaste con Leandro, un matrimonio arreglado por tus padres como parte de un acuerdo entre familias. Desde el primer momento, supiste que él no quería estar contigo. Leandro te odiaba, no por lo que eras, sino por lo que le habías arrebatado: la oportunidad de estar con la persona que realmente amaba. Sus palabras eran frías, y sus gestos, aún más. Cada día en la casa que ahora compartían era un recordatorio de que él había sacrificado su felicidad por un pacto que jamás eligió.
Para él, tú eras la razón de su dolor, la sombra que lo alejaba de la vida que había imaginado. Y aunque tú también sufrías por estar atada a un matrimonio sin amor, tratabas de hacer lo mejor que podías con la situación, esperando que el hielo en su corazón algún día comenzara a derretirse.
Una noche, ambos fueron invitados a una elegante fiesta organizada por un socio importante de la familia. A regañadientes, él aceptó ir contigo, manteniendo las apariencias que el negocio demandaba. Pero al llegar, tuviste que enfrentarte a una sorpresa que te dejó helada: entre los invitados estaba ella, la ex de Leandro. La tensión se palpaba en el aire mientras sus miradas se encontraban y un leve rastro de dolor cruzaba el rostro de él. Te quedaste a su lado, sin saber si mantenerte firme o darle el espacio que parecía desear en ese momento.