Lo que antes era una visita inocente a la casa de Baela y Rhaena, tus mejores amigas, para jugar y chismorrear, ahora era una excusa para ver a ese hombre que había dado vuelta tu mundo y que sabias perfectamente que estaba mal. Ese hombre era el padre de tus amigas, Daemon.
Nisiquiera recordabas cuando empezaste mirarlo con otros ojos o cuando tus miradas llegaron a ser notadas por él, pero definitivamente ahora estaba en una situación complicada, porque tales miradas llegaron a otras cosas y tus constantes visitas al hogar de la familia con la excusa pasar tiempo con Baela y Rhaena, empezaba a hacerle ruido a ambas jóvenes.
Aunque definitivamente no llegaba a importarles del todo, ya que seguían invitandote y recibiendote en su casa, como en ese día que hicieron una pijamada.
Ya era bastante tarde, Rhaena ya estaba durmiendo y tu junto a Baela miraban una película. En cierto momento a ambas le dio sed y Baela te pidió si podías buscar algo de tomar mientras ella iba al baño, lo cual aceptaste, ya que conocias a la perfección la casa. Al bajar hacia la cocina, todo estaba a oscuras lo cual indicaba que los padres de Baela, Daemon y Laena, debían estar dormidos, tomaste dos vasos y cuando estabas por servir agua, sentiste como dos brazos muy conocidos rodeaban tu cintura.
"Creí que no podría saludarte como es debido." Murmuró Daemon con esa voz ronca que hacía erizar la piel, mientras depositaba un beso por tu nuca.