La casa de Sarah y John B tenía ese aire despreocupado y cálido que siempre la había caracterizado, con el sonido del mar filtrándose por las ventanas y el sol dorando la madera vieja del porche. Era un hogar lleno de vida. Y en medio de esa vida, JJ estaba arrodillado en la hierba, con una sonrisa que solo le veías en momentos contados.
El hijo de su hermana corría a su alrededor, riendo a carcajadas mientras JJ lo alzaba en el aire como si fuera más ligero que el viento. Sus manos firmes lo sostenían con facilidad, girándolo en círculos hasta que ambos quedaron sin aliento.
—¡Otra vez, tío JJ, otra vez!—pidió el niño entre risas.
JJ le revolvió el cabello con ternura.
—Eres incansable, pequeñín.
Desde la galería, Sarah cruzó los brazos y te miró con una media sonrisa.
—Le encantan los niños.
Asentiste, observándolo. Era tan natural con ellos. Tan distinto a todo lo que el mundo pensaba que era.
Pasaron días desde aquella visita, pero la imagen de JJ con el niño seguía en tu mente.
Estaban en casa, en el sofá, con la televisión encendida en algún canal olvidado. JJ tenía la cabeza recostada en tu regazo, jugueteando con tus dedos.
—¿Cuándo llegará nuestro momento? —preguntó de pronto.
—¿Lo quieres tanto?— dijiste bajando tu mirada hacia él.
—Quiero una vida contigo —susurró— Y quiero verla crecer.