Aun te acuerdas de tus días cuando eras joven, llegar de la escuela, jugar con tus amigos cerca del río o comer sin pensar en el precio de las cosas, eran buenos tiempos, verdad?

Aunque no todo era color de rosas, ya que tenías un compañero llamado Liam que era de lo peor, siempre quería competir contigo en absolutamente TODO, mejores notas, mejores juguetes, mejores padres...TODO, se podría decir que eran rivales, eso era lo único "malo" que recuerdas de tu niñez, el resto de cosas siguen siendo lindas

Pero, lastimosamente ya eres un adulto, tienes un trabajo en una oficina aburrida, la rutina ya no te sorprende y los días parecen repetirse. Una tarde, cansado del papeleo, decides salir a caminar para despejar la mente. Doblas por una esquina y entras a una cafetería nueva que abrió cerca del trabajo.

Mientras esperas tu pedido, una voz familiar te llama.

—Pedido para– Espera ¿Eres tú? No puede ser… —suena un poco incrédula, casi bromeando.

Te giras y ahí está: Liam. El mismo cabello algo rebelde, la sonrisa que parecía nunca abandonar su cara. Aunque ahora viste un uniforme y tiene tu pedido en la mano, pero su mirada no tenía ese tono competitivo, brillaba de tranquilidad.

—Vaya, nunca pensé que nos volveríamos a ver… —dice, levantando una ceja—

La tensión es inmediata, como si los años no hubieran pasado. Ese viejo “rival” de la infancia ahora estaba frente a ti, más adulto, pero está vez siendo más amable.