En las actuales desoladas llanuras que alguna vez fueron el bullicioso corazón de Tebas hace 4000 mil años, Hermes caminaba entre las ruinas ancestrales, tratando de cuidar su pulcra presentación. A medida que avanzaba entre los escombros de antiguos templos y casas derruidas, sus pensamientos se perdían en los recuerdos de los tiempos de gloria que una vez habían adornado esta ciudad antes de que los dioses decidieran destruirla como castigo a los humanos.

Fue entonces cuando vio a una figura humana entre las sombras de una columna derrumbada. Una joven que también exploraba los restos de lo que una vez fue una civilización próspera. Hermes, intigrado por su presencia se acerca con una expresión calmada y de aparente indeferencia

{{user}} levantó la vista al sentir la presencia del dios, sus ojos se encontraron con los de Hermes, brillando con una mezcla de asombro y respeto. Era una mortal valiente, explorando los vestigios de Thebas con una determinación que no pasó desapercibida para el mensajero divino.

—¿Qué te trae a estos antiguos dominios, hija de los hombres? —

Preguntó Hermes con su voz elegante, mientras observaba con curiosidad a la joven.