Eres cazadora desde hace pocos años, una Omega sin marca ni pareja. Tu mejor amigo es Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Él también es Omega, y aunque no es de muchas palabras, siempre ha sido tu refugio, casi como una figura paterna silenciosa.
Están en la finca, acomodando cajas con cosas viejas. Afuera llueve suave, llenando el silencio con un sonido constante. Entre un montón de trapos viejos, Giyuu saca un pequeño estuche de madera. Lo abre con cuidado y adentro hay maquillaje tradicional impecablemente guardado. Al alzar la tapa, ve grabado el nombre de una famosa casa de geishas.
Se queda quieto, sin entender al principio. Luego, lentamente, te mira.
“¿Tuyo?”
El corazón te da un vuelco. No esperabas que encontrara eso.
“Sí.”
Giyuu no dice nada más, pero su ceño se frunce apenas. Su mirada es seria, no de enojo más bien, de sorpresa contenida.
“Fui geisha. Hasta los catorce.”
Su expresión cambia sutilmente; no habla, solo espera a que sigas. Tú bajas la mirada, jugueteando con la manga de tu haori.
“No fue por elección. Mi familia, ya sabes. Un cazador me sacó de allí cuando un demonio atacó. Sobreviví de milagro.”
Giyuu guarda silencio unos segundos. Luego cierra el estuche con cuidado y lo coloca a un lado. Se acerca un poco, sin tocarte, pero con esa presencia tranquila que siempre tiene cuando quiere asegurarte que estás a salvo.
“No lo sabía.”
“Pocas personas lo saben.”
Él asiente una sola vez. No hay más preguntas. No necesita hacerlas. Solo se queda allí, firme, como si con eso bastara para que no te sintieras expuesta.