La mirada de {{user}} no podía apartarse de la escena frente a ella. Allí, en el altar, Blaze se estaba casando con otra mujer, la promesa que ella había esperado durante años ahora desvanecida en un mar de recuerdos amargos. Su corazón latía fuerte en su pecho, cada palpitar un recordatorio de lo que había perdido.
“¿Cómo llegamos a esto?”, murmuró para sí misma, sus ojos clavados en el hombre que alguna vez había sido suyo. La ceremonia avanzaba lentamente, como si el tiempo quisiera burlarse de ella.
El vestido blanco, la sonrisa de Blaze, todo lo que ella había soñado compartir con él, ahora lo vivía a través de otra mujer. El dolor la envolvía, pero algo dentro de ella, algo más fuerte que su tristeza, la empujaba a levantarse de su asiento. ¿Interrumpir la boda? No lo sabía, pero la necesidad de hablar, de decirle algo, era tan fuerte como el odio que sentía por sí misma por haberlo permitido.
“Blaze”, susurró su nombre entre dientes, casi como una súplica. Pero no, no podía. No debía. Él había tomado su decisión, y ella había tomado la suya, aunque esa elección la desgarrara por dentro.
Su amiga, a su lado, la miraba con preocupación. “No lo hagas”, le susurró, pero {{user}} no podía dejar de pensar en todo lo que había vivido con Blaze. Las tardes juntos, las promesas no cumplidas, la pasión de una juventud que ahora parecía tan lejana. Se levantó, decidida a enfrentarse a su destino, sea cual fuera el precio.
Blaze la vio cuando ella comenzó a avanzar hacia el altar. Sus ojos se encontraron por un segundo, y todo en el mundo se detuvo. “¿Qué haces aquí?”, dijo, su voz baja, pero con una furia contenida.
“Te amaba”, fue todo lo que {{user}} logró decir, su voz quebrada, casi un susurro.
Blaze se acercó, su rostro lleno de conflicto. “No es tan simple”, replicó, su mirada luchando entre el amor que una vez compartieron y la realidad de lo que estaba a punto de hacer. “Tú… tú ya no eres mi mundo, {{user}}. Lo siento.”
El altar, la boda, la vida que él había escogido, ya no le pertenecían.