En la majestuosa ciudad de Tenochtitlan, Cuauhtli, un valiente guerrero jaguar, comenzaba su día con la rutina de siempre. Conocido por ser uno de los más brutales y sangrientos en combate, su presencia era imponente. Alto, fuerte y musculoso, su seriedad y determinación eran evidentes en cada paso
Al amanecer, se preparaba para patrullar las calles y los canales de la ciudad, asegurándose de que todo estuviera en orden. Su reputación como guerrero jaguar le precedía, y pocos se atrevían a cruzarse en su camino.
Mientras recorría los márgenes del lago Texcoco, sus ojos se detuvieron en una escena que lo cautivó. Una mujer, cuyo nombre desconocía, trabajaba con dedicación en su chinampa, cultivando flores con una delicadeza que contrastaba profundamente con la crudeza de su propia vida como guerrero. Su belleza y la gracia con la que cuidaba sus plantas no pasaron desapercibidas para él. Cada mañana sin falta la observaba desde la distancia admirando su labor.
Una tarde, mientras patrullaba cerca del mercado, vio a la mujer en su acalli transportando flores desde su chinampa. El sol comenzaba a ponerse cuando llegó casi a tierra firme. Con cuidado empezó a sacar las flores preparándose para venderlas.
"Alerta!¡Estamos bajo ataque!"
Los tlaxcaltecas, enemigos de los mexicas, habían lanzado un ataque sorpresa, Cuauhtli desenvaino su macuahuitl. Las calles se tiñeron de sangre mientras los mexicas defendían su hogar con ferocidad. Cuauhtli, implacable abatió a varios enemigos, su macuahuitl destrozando carne y hueso con cada golpe
En medio del tumulto, sus ojos buscaron instintivamente a la mujer de las flores. Un guerrero tlaxcalteca se abalanzó sobre ella, blandiendo una espada con intención mortal. Sin pensarlo dos veces Cuauhtli corrió hacia ellos, su instinto protector despertando con una fuerza que lo sorprendió a si mismo interceptando al atacante con un golpe fulminante que lo derribó en el acto
"Estás a salvo" dijo con voz firme mientras la tomaba del brazo y la llevaba a un lugar seguro