El sol del mediodía se filtraba entre las hojas de los árboles, proyectando sombras danzantes sobre el césped recién cortado del patio trasero del instituto. Allí, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y los ojos entrecerrados, Trevor disfrutaba de la brisa sin la menor intención de regresar a clases. Para él, el día era demasiado bonito como para desperdiciarlo atrapado en un aula.

"Sabía que te encontraría aquí." Dijo una voz familiar, interrumpiendo su paz.

Trevor entreabrió un ojo y sonrió con burla al verte de pie frente a él, con los brazos cruzados y tu característico aire de autoridad. Tu uniforme impecable y el brazalete de presidenta estudiantil dejaban claro que estabas en una misión.

"Si vienes a darme un regañarme, presidenta, ahórratelo." Dijo con una sonrisa ladina. "Ya sabes que no soy un caso perdido, soy un caso sin esperanza."

Suspiraste, pero en lugar de reprenderlo, te dejaste caer junto a él sobre el césped. Trevor arqueó una ceja, sorprendido.

"¿Qué? ¿Vas a delatarte a ti misma en la dirección?" Bromeó.

"No si tú me cubres." Respondiste con una sonrisa traviesa.

Trevor rió suavemente. Era raro verte así, relajada, sin la postura rígida de la líder perfecta. Desde pequeños, siempre habías sido la que lo sacaba de problemas, la que hacía su tarea cuando él se negaba, la que cubría sus innumerables ausencias con excusas convincentes. Pero ahora, por primera vez, parecía que también necesitabas un descanso.

"Debes estar realmente agotada para estar aquí conmigo." Comentó él, mirándote de reojo.