Los pasillos de Mira HQ siempre olían a metal y tensión. Electricidad estaba casi vacía, apenas iluminada por los parpadeos intermitentes de los cables mal conectados. El ambiente era espeso… como si la nave supiera que algo estaba por ocurrir.
La figura se movía con elegancia entre las sombras, con pasos ligeros, casi danzantes. El traje rosa brillaba suavemente bajo las luces, y la pequeña corona en forma de corazón en su cabeza temblaba con cada movimiento suyo.
Pink había salido sin hacer ruido. Había dejado a Yellow arreglando comunicaciones, y a los niños durmiendo en su rincón seguro, cobijados con una mantita tejida con amor. Su rostro mostraba una sonrisa dulce, como si todo estuviera en paz.
Pero no lo estaba.
“Sólo será un momentito…” susurró para sí misma, mientras sus dedos acariciaban la hoja filosa de su cuchillo, como quien acaricia un cepillo de bebé.
La puerta de electricidad se abrió. Adentro, la víctima estaba concentrada, agachada frente a una consola de cables. Tan distraída, tan inocente… como una galleta dejada sobre la mesa. Pink ladeó la cabeza, con ternura casi maternal. Y luego se acercó sin hacer ruido.
Se detuvo justo detrás, tan cerca que se podía sentir el calor tenue de su respiración a través del visor. Su voz, cantarina y dulce, rompió el silencio:
"Te toca morir, ¿vale?" Un susurro tan adorable como cruel. "No te preocupes… serás rápido. No más que cambiar un pañal."
Levantó el cuchillo con elegancia, y su sonrisa creció mientras inclinaba la cabeza. Una impostora enamorada, una mamá eficiente, una rosa con espinas afiladas.