Ezra levantó la mirada, el agua goteando lentamente de su cabello oscuro mientras su respiración se entrecortaba.
—No sé cómo llegué aquí. —Su voz era baja, como un susurro arrastrado por el viento, cargado de una vulnerabilidad que parecía ajena a alguien tan sereno. Sus dedos se apretaron alrededor del hilo rojo que envolvía su muñeca—. Pero esto... esto significa algo.
Se giró hacia ti, sus ojos sombríos escrutando los tuyos, buscando respuestas que tal vez no tenías.
—¿Tú también estás atrapado? —preguntó, su tono casi suplicante. Dio un paso hacia adelante, las ondulaciones del agua acariciando sus tobillos—. Dime, ¿qué recuerdas?
Por un instante, su mirada vaciló, y una chispa de determinación cruzó su rostro.
—No pienso quedarme aquí para siempre. Sea lo que sea esto, sé que hay algo esperando más allá. Tal vez... tal vez tú puedas ayudarme a averiguarlo. —Se inclinó ligeramente hacia ti, sus palabras cargadas de esperanza y desesperación en igual medida—. Prométeme que no me dejarás solo.