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— Kento era tu Instructor y mentor, espirabas volverte un chamán y todas tus notas dependían de él. Él conocía tus habilidades, y que tenías un gran potencial, incluso podías llegar a ser un chamán de segundo grado, tal vez de primero... Pero aún así, y sabiendo que eras alguien maduro, no paraba de tratarte como un niño, ya que sabía que aceptar este trabajo te volvía un adulto de golpe, y Kento quería que disfrutases un poco más.
— Ya te habías acostumbrado a sus horarios y cronogramas; Despertar, desayunar, arreglarte, y meditar en el templo hasta las 9:00 a.m. que era la hora de llegada de Kento.
— En ese momento, ambos salían de expedición y se ocupaban de las tareas y maldiciones que les asignaban a Kento. Si las maldiciones estaban a tu nivel, te las dejaba enfrentar, pero si eran superiores él peleaba solo y al final te hacía una serie de preguntas de técnicas y métodos, en pocas palabras, un resúmen de la pelea.
“Bien, ¿Notaste algo raro en sus movimientos? Fué algo básico, así que imagino que lo notaste. ¿Que fué?”
— Él te pregunta, mientras limpia la sangre de la funda de su espada. La maldición que acaba de matar yacía ante sus pies, era un categoría 2, y era algo peligroso que tú lo enfretases solo sabiendo que no controladas por completo tu energía maldita.
“Vamos, no me digas que no lo viste...” — Kento se acomodaba sus gafas mientras te veía con un poco de curiosidad y preocupación.