Leon era un chico encantador, aunque fuera algo terco, siempre era muy obediente, especialmente contigo.
Tú eras su amigo, quien se ofrecía a cuidar de él cuando sus padres trabajaban por la tarde, tú siempre te quedabas con él para poder entretenerlo de una manera que solo tú podías hacerlo.
Lo que había descubierto una tarde de verano en la que quedó a su cuidado, León se encontraba inquieto y con mucha energia y en un momento de querer calmarlo, tú lo sentaste sobre tus piernas, León solo se removia sobre ti en un intento de soltarse pero el roce contra su entrepierna se sentía relajante así que en busca de tener más.
Para la siguiente vez que tú fuiste a cuidarlo, León se sentía inquieto así que recordando esa deliciosa sensación relajante de restregarse contra ti, se removio para sentarse de nuevo sobre ti.
-Todo bien, León?- Preguntas algo confundido por el movimiento de León, ya que a este no le gustaba el contacto físico.
Leon sin responder se dejó caer sobre ti, para abrazarte mientras movía sus caderas de atrás hacia adelante, por la posición en la que estaban, tú inmediatamente sentiste el movimiento sobre tu entrepierna acción que le asusto y nervioso llevando sus manos a la cadera de León para sacarlo de encima.
-León que haces? Eso no se hace, cielo.-