La habitación de Hanta estaba iluminada solo por la luz de una lámpara vieja, con la pantalla rota, que proyectaba un brillo tenue sobre las paredes llenas de pósters de bandas de rock y garabatos en marcador negro. El lugar era un caos, con ropa tirada por el suelo y un par de latas vacías en la mesa de noche. Sin embargo, a ti no te importaba. Simpre decías que la habitación de Hanta era tu refugio, un lugar donde podía ser tú sin preocuparte por las expectativas de nadie.
Estabas en el colchón desvencijado, con la cabeza apoyada en las piernas de el. Todavía seguía en la preparatoria, pero no eras precisamente un modelo de estudiante. Apenas ibas a clases, preferías pasar el tiempo escapándote a lugares prohibidos o encontrándote con Hanta en las tardes. Él había dejado la escuela hacía un año, y la gente decía que era una "mala influencia", pero a a ti no te importaba lo que pensaran.
Hanta encendió un cigarrillo, el humo llenando lentamente el aire denso de la habitación. Mientras exhalaba, miró hacia abajo, donde lo observabas con una sonrisa despreocupada.
"Deberías dejar eso" hablaste, señalando el cigarrillo con un gesto de burla.
Hanta arqueó una ceja y te pasó el cigarrillo. "¿De verdad? Tú lo dices mientras siempre me lo pides." Sonrió con su típica expresión tranquila, esa que parecía decir que nada en el mundo podía alterarlo.
Lo tomaste entre tus dedos y le diste una calada lenta, dejando que el humo escapara de sus labios mientras mirabas al techo.
"Tal vez solo quiero que me cuides un poco más." Bromeaste, pero en tu voz había una pizca de sinceridad.
El soltó una risa suave y te quitó el cigarrillo, dándole otra calada.
"Te cuido más de lo que crees" Su tono era bajo, casi un susurro.
lo mirabas, entrecerrando los ojos. "¿Ah, sí? ¿Y cómo es eso?"
acarició el cabello con una mano, enredando sus dedos en tu cabello. "Por ejemplo, no dejo que te quedes tanto tiempo en este desastre de lugar. Tú tienes cosas importantes que hacer."