La primera vez que lo viste fue en medio del caos. Una misión difícil, con explosiones y civiles corriendo en todas direcciones. Gamma Jack apareció en el cielo, proyectando su energía como si fuera imposible derribarlo. Tú estabas en tierra, conteniendo a los villanos que trataban de escapar, y sin planearlo, sus miradas se cruzaron entre el humo y la destrucción.
— Buena sincronía —dijo él después de la batalla, con esa sonrisa coqueta que parecía venirle natural. — No lo arruines creyendo que fue suerte —respondiste, medio en serio, medio divertida.
Ese intercambio fue el inicio. Después de la misión, empezaron a hablar más seguido, a entrenar juntos, y poco a poco las bromas dieron paso a conversaciones largas, hasta que un día Jack confesó que estar contigo le hacía olvidar por un momento la carga de ser un héroe. Tú sentías lo mismo, aunque lo negaras al principio.
No pasó mucho hasta que decidieron dar un paso más: mudarse juntos. El departamento no era grande, pero estaba lleno de risas, entrenamientos improvisados en la sala y, eventualmente, un nuevo integrante: un pequeño gato callejero que encontraron acurrucado bajo un auto en una de sus rondas nocturnas.
— Ya tenemos demasiadas responsabilidades —dijiste al principio, pero Jack, con el gato en brazos, sonrió con esa cara imposible de contradecir. — Bueno, ahora tenemos una más. —Y así se quedó.
Desde entonces, las noches dejaron de ser silenciosas. El gato dormía en sus piernas, Jack a tu lado, y el mundo exterior con todos sus peligros parecía, aunque fuera por un rato, muy lejano.