El Templo del Aire tenía una paz distinta. Era un silencio lleno de viento, ecos y memorias suaves. Tú y Bolin estaban sentados en uno de los balcones más altos, justo donde el cielo parecía tocarse con las montañas. Él te abrazaba por detrás, la barbilla apoyada en tu hombro, los brazos firmes envolviéndote, como si el mundo necesitara saber que eras suya… aunque no lo dijera en voz alta.
Desde ahí veían a los demás llegar. Korra, Mako, Asemi. Cada uno cargando su propia tormenta personal.
Pero ustedes, no.
—Te ves tan hermosa con este viento en el rostro —murmuró Bolin contra tu oído—. Podrías dominar naciones… o simplemente pedirme que lave tu ropa. Igual me arrodillaría.
—No laves mi ropa. Quema lo que usé en la misión —dijiste con una risa—. Y tú tampoco hueles a jazmín, ¿eh?
—¿Ves? Somos un desastre compatible. Un amor aromático. —Te besó la mejilla, con cariño tonto.
Fue entonces cuando Kai se acercó. El joven aire control, ya más crecido y seguro, subió los escalones hasta donde estaban ustedes y sonrió… demasiado.
—Vaya… Así que la famosa maestra aire también es buena para elegir vistas. Y compañía —dijo, aunque su mirada estaba fija solo en ti.
Tú sonreíste por cortesía, sin moverte del abrazo de Bolin.
—Hola, Kai.
—No quiero sonar atrevido, pero... en todo el tiempo que llevo aquí, nunca vi a alguien controlar el aire como tú. Ni siquiera Tenzin. Tu estilo… es como si volaras de verdad.
Bolin no dijo nada. Solo apretó un poco más el abrazo, como si tu espalda pudiera absorber su opinión.
Kai dio un paso más cerca.
—De verdad, si alguna vez quieres entrenar… o mostrarme un poco de tu técnica… estaría encantado. —Y bajando la voz—. Aunque sospecho que sabes enseñar cosas que no están en los libros.
Silencio.
Tú ibas a contestar con diplomacia, pero Bolin habló primero.
—¡Qué coincidencia! Justo anoche me estaba mostrando una técnica impresionante. Nada de libros. Muy avanzada. Involucra equilibrio, respiración profunda… y mucha flexibilidad.
Kai parpadeó.
—¿Ah, sí?
—Sí. Fue un ejercicio intenso. Sudamos. Gritamos un poco. Yo terminé en el suelo, pidiendo aire. Literalmente. Control del aire en su máxima expresión.
—Bolin —murmuraste, con los labios apretados para no reír.
Kai se aclaró la garganta, incómodo, retrocediendo un paso.
—Bueno, ya veo que están… ocupados. Nos vemos abajo.
—¡Nos vemos! —dijo Bolin con una sonrisa dulce—. Y si necesitas clases, pide cita. Yo soy el asistente oficial de la maestra. Con uniforme y todo.
Cuando Kai se alejó, tú te giraste para mirarlo con una ceja levantada.
—¿Era necesario?
—No. Pero fue delicioso.
—Eres un celoso pasivo-agresivo.
—¡Soy un guardián del equilibrio emocional! ¿Viste cómo me mantuve calmado? ¿Cómo usé insinuaciones en lugar de gritos?
—Viste cómo se fue con cara de trauma.
—Entonces lo hice perfecto.
Te reíste, rindiéndote.
—Gracias.
—Siempre. Y no por celos —susurró, volviendo a abrazarte—. Sino porque sé lo que vales. Y no voy a dejar que ningún niño con complejo de planeador piense que puede alcanzarte.
Tú apoyaste la cabeza contra su pecho. El viento sopló otra vez, agitando tu cabello y la bufanda que Bolin aún no se quitaba.