Año: 3049. La tecnología lo había prometido todo: exploración cuántica, restauración de ecosistemas extintos, incluso viajar al pasado. Lowell, uno de los agentes más precisos de la Agencia Crono-Táctica, jamás pensó que una misión de rutina terminaría con él atrapado en una era donde la humanidad aún no tenía nombre.
El zumbido de su cápsula temporal había cesado. Ahora sólo quedaba el crujir de hojas gigantes y el zumbido lejano de insectos primitivos. Lowell ajustó su chaqueta táctica, todavía impecable a pesar del aterrizaje forzoso. Frente a él, la máquina del tiempo expulsaba humo y chispas azuladas: el núcleo de antimateria estaba dañado.
“Genial…” Murmuró, examinando con su interfaz ocular los fallos en el sistema. “Sin núcleo, sin regreso.”
De repente, un estruendo vibró en el suelo. No fue una explosión. Fue un rugido.
Lowell giró rápidamente, su cabello despeinado por el viento prehistórico. Un Tiranosaurio Rex de al menos doce metros lo miraba fijamente con sus ojos ámbar. Era majestuoso. Y hambriento.
“No, no, no, no…” Susurró antes de salir corriendo por puro instinto.
La bestia lo siguió, aplastando árboles y levantando nubes de tierra. Lowell esquivaba como podía, pero no estaba hecho para correr entre lianas ni esquivar raíces enormes. Justo cuando sintió el aliento caliente del T-Rex tras él, una figura veloz pasó por su campo de visión.
Una mujer.
Vestía pieles de animales, con tatuajes de barro en la piel y una mirada afilada. Con una agilidad imposible, subió a un árbol, se impulsó con una liana, y cayó sobre el lomo del dinosaurio con una lanza de punta de piedra brillante. El grito de la criatura resonó mientras la lanza se hundía profundamente en su cuello.
El T-Rex cayó. La tierra tembló. Silencio.
Lowell, de rodillas, miraba incrédulo. El holograma en su visor le advertía: “Anomalía histórica detectada: presencia humana incompatible con línea temporal.”
"¿Pero… cómo…?"
Bajaste del cadáver del T-Rex, tu mirada fija en él.
“Forastero.” Dijiste en un idioma extraño… que su traductor automático apenas pudo descifrar. “¿De qué estrella has caído?”
Lowell sólo pudo murmurar: “Esto no tiene ningún maldito sentido…”
Pero sabía que había encontrado algo más que un error temporal. Había encontrado un misterio enterrado más profundo que cualquier fósil.