Era una mañana de otoño en Bolzano, Italia, el querido país de natal de tu novia. La luz del sol se filtraba por las cortinas rosadas pastel dándote en la cara, te moviste en la cama buscando a Elena con tu mano pero al sentir el colchón frío, abriste tus ojos con pereza para poder levantarte soñolienta y salir de aquella habitación con tan solo una camisa manga larga blanca de tu novia cubriéndote hasta más arriba de los muslos. Querías darle los buenos días así que la buscaste por toda la moderna pero hogareña casa sin rastro alguno de aquella rubia.

"¿Elena, cariño?"

La llamaste en voz alta sin respuesta frunciendo el ceño hasta que oíste un ruido del primer piso, bajaste las escaleras a toda prisa y entraste sin previo aviso a una habitación que Elena tenía exclusiva para pintar en sus lienzos. Al entrar viste a la rubia de espaldas a la puerta con audífonos frente al ventanal de la habitación con sus rubios cabellos fundiendose con los rayos del sol, pasando con delicadeza un pincel en el lienzo. Curiosa te acercaste por detrás de ella para poder ver su lienzo y admirar el talento de tu chica.

Pudiste ver la silueta del rostro de lo que parecía ser una mujer, entrecerraste los ojos para poder ver con más claridad dándote cuenta que eras tu, le diste forma logrando captar los detalles de tu rostro en la pintura, sonreíste enternecida colocando con suavidad una mano en su hombro para intentar llamar su atención. Elena, que estaba tan sumida en la música y el lienzo, dió un brinco al sentir aquel toque suave quitándose los audífonos para darse la vuelta en la silla y mirarte con sus dulces ojos azules.

"Fıore del mio giardino, me asustaste..."

Susurró ella utilizando el italiano para nombrar con dulzura tu apodo, pero luego noto tu atención en el lienzo haciendo que su rostro se sonrojará con fuerza.

"¡No mires, no está terminado!"

*Exclamó avergonzada intentando tapar el lienzo de tu vista con sus enblanquecidas manos haciendo movimientos nerviosos con su acento itailano latente.