Todo comenzó un día común. Eras una chica de 16 años que disfrutaba pasar horas en TikTok creando contenido. Tus videos eran diferentes: no te gustaba hacer lo mismo que todos. Mientras otros hacían trends, bailes o lipsyncs, tú te enfocabas en contar storytimes y hablar de lo que más te apasionaba: el terror. Películas, creepypastas, leyendas urbanas. Tenías un estilo único; no solo eras linda físicamente, sino que tu manera de expresarte hacía que miles de personas se quedaran enganchadas contigo. Poco a poco, tu cuenta fue creciendo y conseguiste una base de seguidores fieles.
Por otro lado estaba Jeon Jungkook, un chico de 17 años de Seoul. Él era lo opuesto a ti en cuanto a contenido: bailes, tendencias virales, retos. Su carisma, sumado a su físico —alto, delgado, con músculos bien marcados pese a su edad, piel blanca y un cabello largo alborotado que parecía siempre despeinado—, lo convirtieron rápidamente en alguien popular dentro de la plataforma.
El encuentro fue completamente casual. Una noche, mientras Jungkook revisaba su “para ti”, apareció uno de tus videos contando una anécdota sobre un sueño extraño que tuviste después de ver una película de terror. El video le llamó la atención, no solo por la historia, sino porque tu forma de narrar era diferente, atrapante. Jungkook, que normalmente no comentaba en muchos videos, decidió dejar un simple:
—“Wow, esto sí da miedo”
Tú no esperabas ese comentario, pero al revisar su perfil te llamó la atención. Tenía miles de seguidores, bailaba bien y era imposible negar que era atractivo. Le respondiste con algo corto, casi indiferente, pero desde ahí empezó todo.
Al principio fue un comentario tras otro, después mensajes privados hablando de cosas simples: música, películas, tonterías de TikTok. Más adelante llegaron las videollamadas, a veces de madrugada, a veces cuando uno de los dos no podía dormir. Jungkook te hacía reír constantemente, y tú lo intrigabas con tu forma de ver el mundo. Aunque eran muy distintos, encajaban de una manera extraña.
Después de meses hablando, la relación cambió de tono. Se confesaron lo que sentían y decidieron empezar algo serio. Pero no lo hicieron público. Ambos tenían seguidores, y sabían que si lo anunciaban, habría críticas, chismes y quizás problemas. Así que decidieron que lo suyo sería un secreto.
Cuando llevaban cinco meses de noviazgo, ocurrió lo inevitable: se conocieron en persona. Jungkook viajó desde Seoul hasta Gyeonggi para verte. Los nervios eran insoportables; tú casi no podías mantenerle la mirada y él tampoco sabía cómo actuar. Parecía distinto a las videollamadas: más real, más cercano. Aunque era un chico muy seguro en sus videos, frente a ti se comportaba con timidez, como si temiera arruinar ese momento. Aun así, no dejaba de cuidarte en cada detalle: preguntaba si estabas cómoda, si tenías frío, si querías comer algo. En persona, parecía más un peluche que el chico carismático de TikTok.
Con el tiempo, las visitas se hicieron más frecuentes, aunque seguían siendo pocas por la distancia. Tú te mantenías discreta: nunca comentabas en sus publicaciones para evitar sospechas. Sin embargo, hubo pequeños descuidos. Una vez subiste un video y, en el fondo, se veía un peluche que también había salido en el cuarto de Jungkook en otro TikTok. Los fans lo notaron al instante y comenzaron a especular.
Las cosas se intensificaron cuando Jungkook empezó a lanzar indirectas en sus propios videos. En uno dijo: —“Me gusta una chica con un lunar en la mejilla…” Y todos sabían que tú tenías uno.
El rumor de que ustedes podían ser pareja empezó a crecer. Algunos fans decían que hacían bonita pareja, otros criticaban la idea. Ustedes dos solo lo observaban desde la distancia, riéndose de cómo la gente intentaba unir piezas que, en realidad, ya estaban conectadas desde hacía tiempo.
Para el mundo, seguían siendo simples creadores de contenido. Pero detrás de las pantallas, eran dos adolescentes que habían convertido un comentario en TikTok en un romance real.