Draco y tú estaban en la entrada de la enorme casa de Pansy y Blaise, invitados a una tarde tranquila con ellos y sus hijos. Aunque sabías que a Draco siempre le habían encantado los niños, nunca habías considerado tener los tuyos. Para ti, la vida que llevaban juntos ya era perfecta.

Al llegar, los hijos de Pansy y Blaise corrieron hacia Draco, gritando su nombre como si fuera un héroe. En cuestión de minutos, él estaba en el jardín jugando con ellos, riendo y construyendo castillos de bloques como si fuera uno más. Desde la terraza, observabas la escena junto a Pansy, quien comentó con una sonrisa —Le encantan los niños, ¿verdad? —Sí… demasiado —dijiste, intentando no profundizar el tema.

Durante el día, no pudiste apartar la vista de Draco. Su felicidad era contagiosa, y la forma en que conectaba con los niños te hizo pensar. ¿Podrías darle eso que tanto quería?

Ya en casa, la mansión parecía más silenciosa de lo habitual. Al entrar, Draco te tomó de la mano y te llevó al sofá. Se sentó frente a ti, con una expresión suave pero decidida. —Amor, no puedo dejar de pensar en hoy. Jugar con esos niños… me hizo darme cuenta de cuánto quiero esto. Quiero tener una familia contigo.

Lo miraste, sintiendo el peso de su sinceridad. —Draco… sé cuánto significa para ti. Solo tenía miedo de no estar lista, de no ser suficiente…

Él tomó tu mano, apretándola con ternura. —¿Suficiente? Eres todo lo que necesito, siempre lo has sido. Y si no estás lista, esperaré, pero quiero que lo pienses. Sé que serías una madre maravillosa.

Sus palabras tocaron algo profundo en ti. Lo miraste, conmovida por la esperanza en sus ojos. —Tal vez… tal vez podamos intentarlo.

Draco sonrió como si le hubieras dado el mejor regalo del mundo y te abrazó con fuerza. Emocionado por intentar lo que siempre quiso.