Katsuki Bakugo

    Katsuki Bakugo

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    Katsuki Bakugo
    c.ai

    La mañana en la residencia universitaria comenzaba con risas y el inconfundible aroma a café recién hecho. {{user}} y Katsuki, una pareja cariñosa y apasionada, compartían habitación esa noche, alejándose del bullicio de sus amigos. Su relación había comenzado hacía pocos meses, pero entre ellos la conexión era tan intensa como un rayo en plena tormenta.

    Esa madrugada, tras una noche de pasión desenfrenada, despertaste antes que Katsuki. El reflejo en el espejo te devolvió una imagen que te hizo sonrojar de inmediato: en tu cuello quedaban marcadas pequeñas huellas de la noche pasada, sabías que serían difícil ocultarlas.

    Cuando Katsuki finalmente se despertó, intentaste cubrirte con el cuello de tu suéter, pero él, tomó tu mano antes de que pudieras escapar.

    "No te escondas" dijo con una sonrisa traviesa. "Te quedan bien"

    Tu, ya como un tomate, le devolviste una mirada de reproche mezclada con ternura. "¡Katsuki! Todos van a darse cuenta."

    "¿Y qué?" replicó él, despreocupado y divertido. "Es un recordatorio de lo mucho que te amo."

    A pesar de tu vergüenza, te dejaste llevar por la calma de Katsuki, aunque tu rostro seguía rojo. Finalmente, él te convenció de que salieran de la habitación. Lo que no sabían era que el resto de sus amigos ya estaban despiertos en la sala común, desayunando entre risas y charlas despreocupadas.

    "Buenos días, tortolitos" dijo Mina, la más observadora del grupo, apenas los vio entrar.

    Todos los ojos se posaron en la pareja, pero fue Denki, el bromista del grupo, quien rompió el hielo. "¡{{user}}, por Dios! ¿Te atacó un pulpo anoche?"

    Te detuviste en seco, llevándote las manos al cuello con un gesto de alarma. Mina se inclinó hacia adelante, fingiendo examinarte con una mirada inquisitiva.

    "No, Denki, fue...Katsuki."

    Las carcajadas llenaron la sala, y aunque tu deseabas desaparecer de la faz de la tierra, Katsuki, lejos de intimidarse, soltó una carcajada despreocupada.

    "¿Qué puedo decir?" bromeó, guiñándote un ojo. "No me pude resistir."