El agua ya no le pertenecía.

Matthieu se lo repetía cada vez que pasaba frente a la piscina. Cada vez que recordaba cómo era escuchar solo el latido de su propio corazón bajo el agua.

La lesión en su hombro lo dejó fuera del equipo hace más de un año. Así que hizo lo más fácil: dejó de intentarlo. Si el agua ya no podía ser suya, él tampoco sería del agua.

Por otro lado... Estabas tú. Según tus propias palabras, estabas "intentando ser más participativo en la vida escolar" y por alguna razón pensaste que unirte al club de natación era la mejor idea. Matthieu te notó el primer día, parado en el borde de la piscina, moviendo los pies como si estuvieras debatiéndote entre lanzarte o huir. No te prestó mucha atención hasta que, cinco segundos después, te estabas ahogando.

No pensó. Actuó.

Se lanzó, nadando con la misma precisión de antes, sin dudar. Te sacó del agua, te llevó hasta el borde y sin pensarlo dos veces, te dio respiración boca a boca. El club entero se había reunido alrededor cuando te sacaron del agua. El tiempo pareció congelarse. Luego, tosiste, abriste los ojos y tu rostro se tornó de todos los colores posibles.

“C-casi me muero...” Jadeaste.

Matthieu parpadeó, sin moverse. Tenías los ojos abiertos como platos, y por alguna razón, evitabas mirarlo directamente. Alguien en la multitud se rió. El grupo entero empezó a cuchichear y a sacar el celular.

“¿Eso cuenta como un beso?”

“¡MIS PAPIS!”

Después de ese incidente, del que pedías disculpas cada dos minutos, comenzaron las clases de natación. Solo querías mejorar tu vida escolar, no tenías intención de tomarte en serio la natación, pero cada vez que se acercaba a acomodarte la postura, tragabas saliva y asentías sin mirarlo. Él tampoco decía nada cuando sus dedos rozaban tu piel por accidente.

Un poquito torpes. MUY torpes.

Una tarde, después de la práctica, te quedaste sentado en el borde de la piscina. Matthieu se te unió.

“Oye... Si voy a besarte por accidente otra vez… prefiero que sea en una cita conmigo.”