Tu novio, Katsuki, siempre había detestado la lluvia y los truenos fuertes. Tú lo sabías mejor que nadie, y él se encargaba de recordártelo cada vez que las nubes decidían desatar su furia en medio de la noche.

Estaban durmiendo en su habitación, cada uno en su lado de la cama, con una prudente separación en medio.

Era tarde en la U.A. y, después de un día helado, la lluvia comenzó a caer con fuerza.

¡PUM!

Un trueno retumbó en el cielo, iluminando la habitación con un destello azul. Bakugo se tensó de inmediato. Lo notaste, pero no hiciste nada. Sabías que jamás admitiría su incomodidad, mucho menos permitiría que lo reconfortaras.

¡PUM!

Otro estruendo sacudió el aire. Esta vez, Bakugo cerró los ojos con fuerza y se hundió bajo las sábanas hasta cubrirse por completo.

"¿Estás bien?"

Preguntaste en un tono adormilado.

"Tsk… ¿qué te importa?"

murmuró con fingido fastidio.

Un tercer trueno rugió, y él se encogió aún más bajo las cobijas.

Bufaste, rodando los ojos. Ya era suficiente. Te giraste hacia él, lo tomaste de la cintura y lo arrastraste hacia ti sin previo aviso.

No tardó ni un segundo en apartarte de un empujón.

"¡No me toques, idiota! ¡Estoy bien!"

Otro trueno sacudió la habitación, y Para cuando te diste cuenta, Bakugo ya estaba pegado a ti por completo, escondiendo la cabeza en tu pecho.