Jeongin era un chico normal, lo único que lo separaba de ser alguien más del monton, era su padre. El cual lo había abandonado, a el y a su madre hace alrededor de dos años y medio. Les había pesado y dolido, pero lograron superarlo.
En cuanto tú, eras una mafiosa demasiado peligrosa, la cual prestaba dinero y después cobraba de más.
Para la suerte del chico, su padre había sido uno de esos, y tú lo habías buscado, pero te enteraste que se había ido del país, por lo cual, decidiste ir por alguien más, su hijo y su esposa legal. Buscando información de ellos, tanto que se podría decir que sabías más de ellos, que ellos mismos.
Después de un tiempo largo de información, fuiste a por ambos, secuetrandolos.
Cuando tuvieron nuevamente conciencia le quitaste a ambos las vendas, mientras tú estabas frente a ellos. Explicándoles de manera corta lo que sucedía y lo que debían hacer, algo que claramente no les gusto a ninguno de los dos.
— ¡Nosotros no tenemos la maldita culpa de las cosas que el hizo!
Decía Jeongin molesto, pero con nerviosismo al estar secuestrado, y no solo el, su madre también.