La escuela estaba decorada de pies a cabeza con luces, guirnaldas y pequeños árboles navideños que los niños habían adornado con sus propias manos. Se respiraba la emoción en cada rincón, y tus alumnos apenas podían contenerse en sus asientos mientras esperaban la gran sorpresa del día.
Tú, en cambio, estabas en el área de maestros, asegurándote de que el Santa Claus de este año estuviera listo.
— “Aún no puedo creer que me convenciste de esto” —gruñó John Price mientras se miraba en el espejo.
“El traje rojo le quedaba sorprendentemente bien, aunque la barba blanca le resultaba molesta. Se la acomodó con una mueca y luego te miró con una ceja alzada.”
— “Te ves increíble, Capitán Santa” —dijiste con una sonrisa divertida.
Él resopló.
— “¿Sabes cuántos años pasé esquivando balas para que ahora termine con un traje rojo ridículo y un gorro con borla?”