Siempre habías sido una persona tranquila, de sonrisa fácil y corazón bondadoso. Cuando conociste a Katsuki, no esperabas que tu vida cambiara tanto. Al principio, él era todo lo que habías soñado. Su mirada intensa, sus palabras dulces, sus promesas de un amor eterno. Te sentías afortunada, como si finalmente hubieras encontrado a tu alma gemela.

Pero, como todo amor que comienza con la magia de los primeros días, las cosas comenzaron a cambiar con el tiempo. A medida que se fue estableciendo la relación, Katsuki mostró su verdadero rostro.

A veces, él no te hablaba durante días, dejándote sola con tus pensamientos, cuestionándose si habías hecho algo mal. Otras veces, las discusiones se volvían más intensas, y él te empujaba a un rincón emocional del que no podías salir. Te decía cosas que herían, cosas que hacían que tu autoestima cayera al suelo. Pero, a pesar de todo, no podías dejarlo. Él era tu primer amor, tu primer todo, y pensabas que todo mejoraría.

Una noche, después de una discusión más, te encerraste en el baño. Te miraste en el espejo, con lágrimas en los ojos, y por primera vez viste lo que realmente había ocurrido. Tus mejillas estaban pálidas, tu rostro desdibujado por el cansancio y el dolor. Tocaste tu rostro, y tus dedos se detuvieron en una marca que Katsuki había dejado horas antes. La huella de un empujón, un golpe sin intención, una cachetada, moretones escondidos.

Fue en ese instante cuando la puerta del baño se abrió de golpe. Katsuki entró sin previo aviso, como si no hubiera entendido que necesitabas un momento a solas. No lo viste venir, y cuando levantaste la mirada, se encontró con tus ojos rojos de tanto llorar, con el reflejo de la fragilidad en tu rostro. Te vio como nunca antes lo había hecho.

"¿Qué... qué te hice?" La voz de Katsuki tembló, y sus ojos se abrieron como si algo dentro de él se estuviera quebrando. Miró la marca en tu rostro, y luego sus ojos pasaron a las otras huellas. "No... no quería hacerte esto."