Aún recordabas la incredulidad que te invadió cuando uno de sus estudiantes llamó a tu puerta. Lo reconociste de las fotos que Satoru te había mostrado: Yuji, su nombre. El chico se veía diferente en persona, con múltiples cicatrices en el rostro, y sin rastro de la energía desbordante con la que Gojo solía describirlo. Te saludó con una calma extraña y luego, con manos temblorosas, te entregó un sobre que Satoru había dejado para ti. Más tarde supiste que había dejado cartas de despedida para varios de sus compañeros y alumnos... como si supiera que no regresaría.

Alzaste la mirada y volviste a enfocarte en las palabras talladas en la roca gris:

Satoru Gojo. Amado profesor y compañero.

Tus ojos se llenaron nuevamente de lágrimas al recordar sus últimas palabras, un día antes del incidente de Shibuya. Te había pedido matrimonio, como una promesa de que volvería. "Vaya mentiroso", pensaste, mientras observabas a tu alrededor. Deberías estar en un gran salón, rodeada de amigos y familiares, celebrando su unión. En lugar de eso, te encontrabas en un cementerio desolado, rodeada de lápidas que aguardaban en silencio.

No habías notado cuándo los demás se habían ido. Ahora, eras la única en el lugar, y lo agradecías. Era mejor así, sin miradas de lástima. Ellos no lo entendían. Para muchos, se había ido un hechicero más. Pero tú... tú habías perdido al amor de tu vida.

Te levantaste con dificultad. El cuerpo te dolía tras tanto tiempo en la misma posición, y tu visión seguía nublada por el llanto. Por eso, al girarte, no pudiste creer la imagen que apareció ante ti. Pensaste que tu mente te jugaba una mala pasada, ofreciéndote una ilusión para aliviar el dolor.

Pero entonces la figura se acercó y susurró:

—Te prometí que volvería para hacer una vida juntos.

Frente a ti estaba Satoru Gojo.