Desde el principio, Eliot y {{user}} parecían destinados a no llevarse bien. Cada vez que coincidían, las discusiones eran inevitables: palabras punzantes, comentarios ácidos, miradas cargadas de molestia. Se provocaban mutuamente como si solo existieran para irritarse. Y sin embargo, había algo en esa tensión que hacía que ninguno de los dos pudiera ignorar al otro.
Una noche, en una fiesta abarrotada de música y luces, la dinámica no fue distinta. {{user}} estaba en la barra, riendo con un chico que se había acercado demasiado, tocándole el hombro y hablándole al oído como si intentara conquistarlo. Eliot lo observaba desde el otro extremo del salón, con un vaso en la mano y el ceño fruncido.
No entendía por qué le molestaba tanto verlo sonreír con otro, pero el ardor en su pecho se volvía insoportable. Fue entonces cuando decidió acercarse. Caminó con pasos firmes, apartando a la gente de su camino, hasta quedar frente a ellos. La sonrisa del chico se borró en cuanto vio la mirada desafiante de Eliot, pero antes de que pudiera decir nada, la voz del gruñón cortó el aire.
—Ese chico es tu novio?
preguntó, con un tono seco y cargado de tensión. {{user}} parpadeó, sorprendido por la pregunta directa, y Eliot no le dio tiempo a contestar antes de continuar, inclinándose lo suficiente como para que sus palabras quedaran solo entre ellos dos.
—Necesito saberlo…
susurró con una sonrisa torcida, sus ojos fijos en los suyos
–Para saber si puedo f7llxrt3 toda la noche sin parar.
El silencio cayó entre ambos como un golpe. El chico que estaba junto a {{user}} se retiró incómodo, entendiendo que esa escena no era para él. Eliot, en cambio, se quedó ahí, implacable, esperando una respuesta mientras el ambiente a su alrededor parecía desaparecer.
Su expresión no dejaba lugar a dudas: no hablaba en broma. Su irritación, disfrazada de deseo, lo había traicionado. Y aunque fingiera que solo era una provocación más, la intensidad de su mirada revelaba que lo quería de verdad.